lunes, 1 de febrero de 2010

¡Al ladrón!

Mis comienzos como cultivador de bonsais no fueron nada fructíferos. Sufrí un par de eventos (llamémosle así) que casi me hacen perder la motivación por este arte.
Esta nueva aficción me la creó un amigo mío que se llama Rufi y que tenía melosamente cuidados unos pequeños arbolitos, entre ellos, un olivo y una higuera. Ninguno de ellos era un auténtico bonsai, pero iban camino de serlo. El caso es que me incitó a probar y me ayudó con una especie de árbol que crece salvajemente en la zona de Galicia. Allí se le conoce como "Salgueiro", que no sé todavía qué nombre tiene.

Pues como lo cuento, cierto día, pala en mano, nos salimos al monte y vimos un joven ejemplar que no superaba el medio metro de altura, pero tenía muy buen porte, y la zona donde estaba creciendo realmente no era muy alagüeña para él, debido a que estaba cerca de una zona donde próximamente iban a realizar unas obras. Lo tuve plantado en una maceta durante un año y cuando el árbol iba tomando cierta silueta de bonsai, me lo robaron un día por la mañana, cuando lo tenía plácidamente tomando el sol encima del alféizar de una ventana.
Intentaré encontrar fotos del bonsai en cuestión y ya, con ellas, iré diciendo todo el proceso que hice desde su trasplante a la maceta; aunque, ahora ya es un poco inútil, ya que no tengo el arbolito, y seguro que algún CABRÓN (permitidme la palabra, que creo que es en su justa medida) esté disfrutando de ese bonito ejemplar que nos dio la "terra galega".

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