jueves, 29 de abril de 2010

a mi pino amigo

Como hace unos días que no escribo, voy a dirigirme a ese pino que intentó lo imposible por sobrevivir.:
Querido pino, sé cuánto te has esforzado por tener tus agujas verdes y frescas. Sé que tuviste un mal comienzo conmigo cuando te saqué del campo y te planté en una maceta (aunque tienes que reconocer que tampoco tenías buenas perspectivas de crecimiento, ahí, al lado de la acera y con unos viejos ejemplares mirándote por encima de la copa). Pero te di mi cariño. Sin embargo no lo supe hacer bien. Y cuando tenías la tierra apelmazada y empezabas a secarte, di el todo por el todo y te transplanté a una maceta con arena de río y arcilla, te puse enraizante y dejé que te recuperases. ¿Qué pasó entonces? Que justo cuando te estabas empezando a recuperar, te cambié a un sitio más soleado y fue la gota que colmó el vaso. Porque la luz del sol te cegó y ya no pudiste ponerte en pie. Lo siento, arbolito, te he fallado, mi impaciencia por verte verde y fuerte nos ha fallado a los dos. Te escribo estas líneas y te digo adiós con un pesar mu grande.

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